Clarín.com Miércoles | 25.08.2004

http://www.clarin.com/diario/2004/08/25/sociedad/s-03015.htm

 

 

ENTREVISTA CON EL DIRECTOR DE LA NUEVA BIBLIOTECA DE ALEJANDRIA
"El libro es un invento que nunca podrá ser mejorado"

Ismail Serageldin llegó al país para abrir el Congreso Mundial de Bibliotecas. En entrevista exclusiva con Clarín, el funcionario egipcio habla del futuro de un milenario tesoro humano.


Socorro Estrada.
sestrada@clarin.com

A simple vista, Ismail Serageldin no tiene el aspecto que se esperaría de quien detenta el cargo de director de la Biblioteca de Alejandría. ¿Cómo no intentar compararlo con los ilustres directores de aquella otra biblioteca de Alejandría? La mítica, la que desapareció en los primeros siglos de la era cristiana bajo los sucesivos fuegos de la intolerancia enemiga, y no por acción de los árabes en el siglo VII como muchas veces se ha sostenido.

Es un hombre distinto, con una formación distinta, que trabaja para una biblioteca de Alejandría también diferente. Egipto ya no es el centro del mundo, y este hombre —importante miembro del gobierno de ese país y con un pasado de muchos años de trabajo en el Banco Mundial— ya no aspira a tener la mayor colección de libros de la Edad Antigua. Ni siquiera de estos tiempos modernos o posmodernos. Mucho más cerca del perfil de administrador eficiente que uno imagina para las filas de un organismo financiero internacional, bajito, de impecable traje gris, habla inglés con acento británico y detenta títulos de todo tipo de las más importantes universidades de Europa y Estados Unidos.

Sin embargo, hay en su discurso una fuerza que sorprende. Más, cuando llama a los países en desarrollo a unirse detrás de un proyecto común de biblioteca virtual que permita compartir el patrimonio cultural, democratizar el acceso al conocimiento, y negociar en forma conjunta una revisión de las normas que rigen la propiedad intelectual y el copyright.

"La industria cultural deberá modificar su modelo de negocio, para no ir en contra de las posibilidades de las nuevas tecnologías.", sostuvo, enfático, durante una larga charla que mantuvo con Clarín, en medio de la ajetreada agenda que los organizadores del Congreso Mundial de Bibliotecas y la embajada de Egipto en la Argentina le habían preparado para el día de ayer. "No son los bibliotecarios quienes deben detener el avance de las nuevas posibilidades de distribución y acceso a los textos, menos los de los países en desarrollo. El camino para las bibliotecas de nuestros países, de nuestro lugar en el mundo, es la digitalización. Si desarrollamos esa línea, y compartimos los archivos digitales de nuestras colecciones, podremos enriquecer nuestras bibliotecas y trabajar por la educación y el acceso de todos a la cultura."

—¿Qué papel imagina entonces para el libro en su forma actual, será sólo un lujo para los más ricos?

—No. Obviamente no creo que vayamos a reemplazar los libros. Los libros son un objeto muy especial, uno de esos inventos únicos —como la cuchara, el martillo o la tijera— que nunca han podido ser mejorados, más allá de que se los haya rediseñado, porque su base sigue siendo la misma. Como tecnología, la noción de un conjunto de textos sobre papel, ligados de un sólo lado, que se puede abrir y cerrar, es muy eficaz, y no hay razón para abandonarla. Sin embargo, las nuevas tecnologías nos permiten hacer otro tipo de cosas con los textos, como búsquedas muy precisas y rápidas, que las bibliotecas no pueden ignorar. Además permiten el acceso, a través de la digitalización, a obras que por su valor no podrían estar incluidas en toda biblioteca.

—¿La visión de la biblioteca de Alejandría como una biblioteca eminentemente virtual, fue su aporte o estuvo en las bases de su refundación?

—Es mi visión y la del consejo que la dirige. Antes de mi llegada había una idea más convencional, pero la hemos ido ajustando de acuerdo con las posibilidades y desafíos del mundo actual. De ahí que muchos se hayan sorprendido al principio, y hablaran de una biblioteca vacía. El proyecto actual es mucho más que una biblioteca, tiene tres museos, siete centros de investigación, un planetario, un exploratorio, un gran centro de conferencias, seis galerías de arte, seis bibliotecas especializadas y el archivo de Internet, además de la colección principal de libros. Como complejo, tiene cuatro objetivos: ser la ventana de Egipto hacia el mundo, ser la ventana por la que el mundo mira a Egipto, ser una institución líder en la era digital, y ser un centro de reunión para el diálogo y el entendimiento entre las personas y las culturas.

Se ha hablado mucho de censura y presiones para que se mantengan fuera de la colección de Alejandría aquellos textos que puedan considerarse ofensivos hacia el islam. ¿Son esos rumores ciertos?

—No. No ha habido censura de ningún tipo a la hora de conformar la colección. Si su pregunta apunta a saber si tenemos copias de Los versos satánicos de Salman Rushdie, sí tenemos. Fui personalmente a comprarlos y llevarlos a la biblioteca para que no faltaran. Lo único que hacemos es mantener los libros más controversiales fuera de los estantes abiertos, para que no sean dañados por los lectores a los que les resultan hostiles. Sin embargo, quienes quieran leerlos sólo deben dirigirse a los bibliotecarios y con su documento de identidad, y pedirlos.

 

Pero así tienen un registro de quienes los leen. ¿No es eso contraproducente?

—El registro sólo se mantiene para evitar daños y no ha constituido un problema. En general la gente que se preocupa por saber si los libros están ahí, es porque quiere que estén o porque quiere destruirlos, son muy pocos los que los buscan para leerlos.

—Además del de Rushdie, ¿qué otro libro entra en esa categoría de controversial?

Los protocolos de los sabios de sion, Mi lucha, y libros que la gente considera ofensivos contra el islam. Siempre digo que así como la Iglesia Católica conservó, en la biblioteca del Vaticano, copias de las obras que censuraba, nosotros también debemos hacerlo.

—¿Cuál cree que debe ser el perfil de bibliotecarios del siglo XXI?

—Creo que el nuevo gran desafío para los bibliotecarios será repensar la organización del conocimiento en función de las nuevas tecnologías. Ellos tendrán que animarse a cruzar ciertos límites y no esperar contar con la aprobación del departamento legal. Tendrán que negociar con los editores y autores un modo distinto de trabajo en la era digital. El copyright representa a un modelo de industria que se está quedando obsoleto.

—¿Por qué cree que aún pasan cosas como la destrucción de la Biblioteca de Bagdad?

—Es inconcebible que se haya permitido, como se permitió, semejante saqueo. Por eso, porque desastres como esos pueden volver a ocurrir es tan importante que preservemos nuestra riqueza cultural duplicando de algún modo la información que está en nuestros archivos a través de la digitalización. Eso no tendrá el mismo valor que tiene los objetos en sí mismos, pero al menos evitaremos que nuestro patrimonio desaparezca por acción de la intolerancia, la ignorancia o la desidia.

—¿En un mundo con más de mil millones de analfabetos, cree que las nuevas tecnologías pueden contribuir a diseminar el conocimiento y democratizar su acceso?

—Sí, y por más que pertenezcamos a países con escasos recursos, debemos invertir en nuestra educación y nuestras bibliotecas. No olvidemos que lo que separa al hombre del mono es menos del 2 por ciento de su ADN. Sobre ese 2% debe posarse el trabajo.