La Ilustración fue el movimiento intelectual que caracterizó el siglo XVIII europeo, también llamado Siglo de las luces o de la razón, por cuanto los principales pensadores de aquella época, filósofos, moralistas, historiadores y pensadores políticos tenían una fe ilimitada en la razón y una gran confianza en la investigación empírica, por lo cual sostuvieron que esas eran las únicas vías para explicarlo todo. El replanteamiento de las verdades hasta entonces difundidas, y que se fundamentaban en la fe y en la autoridad de la Iglesia, conllevaba necesariamente el cuestionamiento de la tiranía en la política ejercida por los Reyes, el dogma en la religión representado y defendido por la unión del alto clero y la nobleza, y la hipocresía en la moral que saturaba la vida de la sociedad francesa.
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Es decir, que además de enfatizar en el cultivo de la propia razón y en el empleo de los métodos experimentales para el desarrollo de la ciencia, los ilustrados sostuvieron que el individuo debía disfrutar de más libertades y no estar tan controlado por las monarquías absolutas. También insistían en que debía reducirse la desigualdad social existente, aboliendo la servidumbre y la esclavitud así como ilustrando al pueblo para que se promoviese.
Kant,
el gran filósofo de la modernidad, en un ensayo sobre la Ilustración
la definía como el momento en el cual la humanidad había
salido de la minoría de edad y se había sacudido del yugo
de influencias externas en el uso del intelecto. Para él la minoría
de edad era la incapacidad del ser humano de valerse de su propio entendimiento
sin la dirección de otro. Aunque la Ilustración es un
fenómeno que caracterizó a toda Europa, sus escenarios
principales fueron Francia e Inglaterra. Los ilustrados, casi todos
profesionales, se consideraban ciudadanos de una república
de las letras, que estaba por encima de las fronteras nacionales.
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